La fotografía no deja lugar a dudas: nos encontramos ante un personaje singular. Este artista y místico laosiano, de nombre Bun Lüa Surirat, aseguraba que un buen día de su juventud, mientras caminaba por un bosque de su Laos natal, cayó accidentalmente dentro de un agujero en el suelo y quedó sentado en el regazo de un asceta, de nombre Khèokhu, que vivía allí. El encuentro fue fructífero, y el joven permaneció varios años como discípulo del eremita, quien le transmitió sus conocimientos sobre la tradición budista y los secretos del submundo, con una mención especial a las serpientes y los naga, que eran sus principales habitantes. Unos años más tarde, Surirat pasó un tiempo practicando meditación en un ashram hinduista en Vietnam, y allí se familiarizó con los dioses del panteón hindú. Al finalizar esta experiencia, dentro de su cabeza ya hervían todos los ingredientes que pronto plasmaría en una obra artística muy particular.
Durante la década de 1960, Bun Lüa Surirat empezó a construir un conjunto de enormes estatuas de cemento que representan figuras mitológicas budistas, hinduistas y animistas, con la ayuda de un numeroso grupo de voluntarios. El material fue escogido para ser el más económico, y el artista aseguraba que ni él ni sus ayudantes tenían ninguna experiencia ni formación artística previa. El conjunto escultórico se encuentra muy cerca del río Mekong, veintisiete kilómetros al este de Vientiane, y se ha dado a conocer con el nombre de Vat Siang Khuan o “Buddha Park”. De entre todas las estatuas que lo conforman, destaca un enorme Buda reclinado (que se ha convertido en un reclamo turístico y un icono presente en la mayoría de guías de viaje), así como una gran construcción inacabada con forma de calabaza, coronada por un árbol en llamas y rematado como si se tratara de una estupa budista.
En 1974, cuando estaba cada vez más claro que las fuerzas comunistas laosianas tomarían el poder del país de manera inminente, y temiendo que el nuevo poder no vería con buenos ojos su obra, Surirat decidió exiliarse. Para ello bastaba cruzar el río Mekong hasta la ribera opuesta, donde justo a la altura del Vat Siang Khuan se encuentra la población tailandesa de Nong Khai. En las afueras de esa pequeña ciudad, Surirat encontró el emplazamiento perfecto para construir su gran obra: el Sala Khèokhu (“el pabellón de Khèokhu”), en honor al asceta que en su juventud le había iniciado en el mundo espiritual. Se trata de una nueva versión del anterior, pero aún más grandilocuente y delirante, con más de un centenar de estatuas que giran en torno a las mismas temáticas mitológicas. Entre ellas destaca la escultura más alta de todo el conjunto, un gigantesco naga de siete cabezas en posición vertical que resguarda un Buda meditando, y también la composición conocida como la “rueda de la vida”, formada por una cincuentena de estatuas dentro de un espacio circular, a través de la cual el artista plasmó su visión de la vida y la espiritualidad.
Surirat murió en 1996 cuando tenía poco más de setenta años, después de pasar sus últimos años con serios problemas de salud causados por la caída desde una escalera mientras estaba trabajando en una de sus obras. Su cuerpo fue momificado y se conserva resguardado dentro de un hemisferio de cristal, que se puede entrever en la planta superior del edificio principal del recinto de Sala Khèokhu. Para todo viajero que cruce la frontera terrestre a través del Puente de la Amistad que une Vientiane (Laos) con Nong Khai (Tailandia), la visita a Sala Khèokhu es una parada muy recomendable, y quien decida pasar la noche en la población de Nong Khai tiene una muy buena opción de alojamiento en la Mutmee Guest House, un rincón tranquilo con un bonito jardín junto al río Mekong.
(publicado originalmente el 14 de marzo de 2013)
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