Laos es un país montañoso sin salida al mar, situado en el corazón del sudeste asiático continental. Con una superficie de 236.800 km² (algo menos que la mitad de la superficie de España) y cerca de siete millones de habitantes, es el país con la densidad de población más baja de todo el sudeste asiático. La mayor parte de su territorio está surcada por montañas bajas y abruptas, en gran medida cubiertas por densos bosques monzónicos. El majestuoso río Mekong, el río más largo del sudeste asiático, atraviesa Laos o recorre su frontera occidental de norte a sur, nutrido por numerosos afluentes. Junto a sus orillas se encuentran las principales poblaciones del país, y en sus llanuras aluviales se cultiva el arroz que supone la base alimentaria de sus habitantes.
Rodeado por vecinos mucho más poderosos, Laos ha logrado contra toda probabilidad sobrevivir hasta el día de hoy como una entidad política diferenciada e independiente. El reino de Lan Sang, precursor del Laos moderno, se fundó a mediados del siglo XIV, y en su apogeo llegó a rivalizar con los reinos más poderosos del sudeste asiático. Pero varias desventajas geográficas, principalmente la superficie abrupta y montañosa de su territorio, el hecho de no tener salida al mar y la escasez de tierras de cultivo que permitiesen sostener su crecimiento demográfico, hicieron que a partir del siglo XVII fuese quedando rezagado frente al avance imparable de los reinos vecinos. De este modo, el reino de Lan Sang se vio sometido como vasallo de reinos más fuertes y posteriormente se fragmentó, hasta recuperar finalmente su unidad a finales del siglo XIX bajo el control del colonialismo francés. Fue en aquellos tiempos cuando se fijaron las actuales fronteras del país y se adoptó el nombre de Laos. Pero esa reunificación como entidad política se cobró un alto precio, ya que por el camino el antiguo reino de Lan Sang perdió una gran parte de su población y territorio, y su administración quedó en manos de una potencia colonial europea.
La era colonial, que más allá del establecimiento y consolidación de las fronteras modernas no dejó una huella especialmente profunda, llegó a su fin tras seis décadas con la independencia de 1954. Pero en aquel momento, lejos de llegar la tranquilidad, se abrió un periodo turbulento en el que Laos se vio inmerso en los vaivenes de las luchas de poder del nuevo orden mundial. La inestabilidad regional, en gran medida causada por la intromisión estadounidense en su empeño anticomunista, desembocó al cabo de una década en el inicio de la Segunda Guerra de Indochina, más conocida en occidente como la Guerra de Vietnam. Aunque ello fue deliberadamente ocultado a la opinión pública internacional, Laos fue uno de los principales escenarios de combate de aquella contienda, castigado con la misma severidad que Vietnam del Norte. A lo largo de nueve años, la aviación estadounidense lanzó dos millones de toneladas de explosivos sobre el norte y el este de Laos, otorgándole el triste récord de ser el país más bombardeado de la historia mundial. A día de hoy, pasadas cuatro décadas tras la finalización del conflicto bélico, las numerosas municiones sin detonar que se esconden en el subsuelo de muchas áreas rurales del país siguen suponiendo un peligro para sus habitantes, al mismo tiempo que implican un lastre para su desarrollo económico.
La victoria de las fuerzas comunistas en 1975 condujo a la proclamación de la República Popular Democrática de Laos. Tras una convulsa etapa inicial en la que fracasaron las nuevas políticas económicas de corte comunista, se optó por un reenfoque estratégico en la misma línea que los regímenes comunistas vecinos: sin abandonar la retórica comunista, se adoptó un sistema económico capitalista. La mejoría económica que empezó entonces, seguida de más de dos décadas de estabilidad política, creciente integración regional y apertura al mundo exterior, hacen que al andar a lo largo y ancho del Laos de hoy en día sea muy fácil olvidar que la forma de gobierno del país es una dictadura comunista.