Los habitantes de Laos son sin duda propensos a la fiesta, y ello se ve reflejado en que no hay casi ningún mes del año en el que no se celebre algún festival tradicional importante, que en muchas ocasiones se alarga durante varios días. El año laosiano se rige por el calendario lunar-solar lao, de forma que la gran mayoría de sus celebraciones no coincide con fechas concretas e invariables de nuestro calendario, sino con determinadas fases de la luna. Las principales festividades de Laos están ligadas a los ciclos de la agricultura o a las celebraciones budistas, y habitualmente las celebraciones se focalizan en el templo budista local. Como comunidad dominante, no es de extrañar que sean los lao quienes marcan el calendario festivo oficial del país, pero no hay que olvidar que los grupos étnicos minoritarios tienen sus propias celebraciones anuales, que en muchas ocasiones se rigen por calendarios diferentes. Aparte de los festivales de ámbito estatal, a lo largo y ancho de Laos existe una multitud de fiestas locales, circunscritas a una sola región, pueblo o comunidad. Con todas las variaciones que comporta la gran diversidad étnica del país, lo que es seguro es que en cualquiera de estas celebraciones habrá comida abundante especialmente preparada para la ocasión, música y cantidades importantes de licor de arroz (lao-lao).
A continuación se explican los dos festivales más destacados del calendario lao, el Año Nuevo y el festival del That Luang, así como las principales celebraciones de origen animista ligadas a los ciclos agrícolas y las principales celebraciones budistas, a pesar de que estas categorías son a veces difíciles de diferenciar entre sí puesto que, como ya ha sido comentado, ambas tradiciones espirituales se encuentran profundamente entremezcladas.
AÑO NUEVO
El Año Nuevo Lao (Bun Pi Mai Lao) tiene lugar en el quinto mes del calendario laosiano (mediados de abril), y aunque la celebración puede continuar durante bastantes más días, el festival se desarrolla principalmente a lo largo de tres: el último día del año viejo, seguido por un día intermedio, el cual se considera que no pertenece a ninguno de los dos años que separa y, finalmente, el día en el que comienza el nuevo año. A diferencia de otros destacados festivales de Laos, los ritos del año nuevo no están orientados a generar mérito espiritual, sino que se centran en la renovación del orden social y cósmico (entendiendo la renovación no como un cambio, sino como una revitalización).
Hoy en día, a pesar de su rico sustrato tradicional histórico-social y religioso, el espíritu de la celebración del Pi Mai Lao es puramente secular, y se ha perdido en gran medida su carácter ritual trascendente. En cualquier caso, las preparaciones para el año nuevo se empiezan con mucha antelación, y desde principios de abril las casas, las calles y los templos se limpian y se embellecen a conciencia. La celebración, emparentada con la festividad india del Holi, es eminentemente un ritual de purificación y renovación, en el cual el agua tiene un papel primordial: en los templos y en las casas, las estatuas de Buda son bañadas ceremonialmente con agua, y en señal de respeto algunos jóvenes vierten agua sobre las manos de sus familiares más viejos. En la calle se desata la fiesta, y las personas usan mangueras, pistolas de agua y cubos para tirarse agua las unas sobre las otras, a menudo mezclada con tintes de colores, consiguiendo de un modo más lúdico el mismo objetivo: desprenderse de los infortunios y propiciar la buena suerte de cara al año que empieza. En las calles nadie está a salvo del agua, ni siquiera los monjes o quienes circulan en moto. Se trata de una celebración esperada por todos, al ser el mes de abril uno de los más calurosos del año. En los templos se hacen ofrendas de fruta y flores, y en sus patios se levantan pilones de tierra o de piedra, también como ofrenda en demanda de un próspero año nuevo.
La festividad tiene una especial relevancia en la antigua capital real de Luang Phabang, donde todavía se siguen los antiguos rituales tradicionales, que se alargan alrededor de diez días. Entre los actos centrales destacan la procesión y el baño ritual del Phra Bang (la estatua de Buda que da nombre a la ciudad), así como la procesión en la que se rinde homenaje a la pareja de ancianos que se consideran los ancestros míticos de los lao, Pu Ñeu y Ña Ñeu, que se representan con grandes máscaras rojas y recorren las calles de la ciudad acompañados por su mascota, el león llamado Sing Kèo Sing Kham. Las procesiones de elefantes, los elaborados disfraces y vestidos, la música y los bailes tradicionales, los fuegos artificiales, un gran mercado con atracciones de feria, y la coronación de la Miss Año Nuevo (que se celebra des del año 1973), todo ello hace de Luang Phabang el lugar idóneo para vivir la celebración del Bun Pi Mai Lao.
Pero el Año Nuevo de los lao no es el primero en celebrarse dentro del territorio laosiano: entre noviembre y enero muchas de las minorías étnicas de Laos, incluyendo los hmong, khmu y akha, festejan sus propias celebraciones de año nuevo, con rituales propios y específicos. Teniendo en cuenta lo relativamente numerosas que son las comunidades china y vietnamita en Laos, y su destacable peso dentro de la sociedad laosiana, no es de extrañar que dichas comunidades también celebren en Laos sus propias fiestas de año nuevo por todo lo alto. Ambas tienen lugar simultáneamente a principios de febrero, ocasión en que los comercios chinos y vietnamitas cierran sus puertas durante tres días para visitar sus respectivos templos y participar en fiestas donde abundan los fuegos artificiales.
FESTIVAL DEL THAT LUANG
Junto con el Bun Pi Mai Lao, el Bun That Luang es la celebración anual más importante del calendario lao, y se trata eminentemente de una celebración religiosa budista y patriótica. La festividad oficial dura tres días, coincidiendo con la luna llena del doceavo mes del calendario laosiano (en noviembre), y se centra alrededor del monumento más sagrado del país, la estupa del That Luang, situada en la capital de Laos, Viang Chan.
El festival era antaño la ocasión en la cual los nobles juraban lealtad al rey de Viang Chan. Antiguamente, los anocheceres del festival se llenaban con la música del khèn (instrumento musical de viento tradicional de Laos, hecho de bambú y considerado símbolo nacional), el acompañamiento musical para las estrofas de amor que algunos hombres jóvenes cantaban en una competición para ganar el corazón de alguna de las chicas ahí presentes. Los participantes más populares eran aquéllos capaces de responder rápida, ingeniosa y cruelmente a las palabras de sus oponentes. Hoy en día este ritual ya no se practica durante el festival del That Luang, pero a pesar de ello tienen lugar una serie de actos que lo convierten en una experiencia única, entre los cuales destacan la procesión entre el templo Vat Si Müang y el That Luang, la ofrenda multitudinaria a centenares de monjes que tiene lugar en el mismo That Luang y la procesión de velas que rodea el That Luang durante la última noche de la celebración.
La ofrenda multitudinaria es un espectáculo extraordinario: miles de personas -las mujeres vestidas con sus mejores vestidos tradicionales- van llegando al recinto de la gran estupa desde antes del amanecer, y esperan sentadas en el suelo sobre esterillas hasta que, después de algunos parlamentos, centenares de monjes se disponen en filas y todos los fieles les hacen entrega de sus ofrendas. Durante los días del festival una gran feria ocupa la explanada exterior del That Luang, donde los tenderetes de comida se codean con numerosas paradas de juegos de feria. El ambiente del recinto se transforma por completo del día a la noche, y mientras que durante el día presenta un ambiente de veneración religiosa con una liturgia profundamente ritualizada, al anochecer el foco de atención se desplaza a la feria, donde se entremezclan las músicas ensordecedoras de los distintos tenderetes, en un ambiente absolutamente pagano propio de cualquier fiesta mayor. Es algo común ver ahí a los jóvenes novicios, con sus ropajes naranjas, divirtiéndose y jugando junto al resto.
FESTIVALES LIGADOS A LOS CICLOS AGRÍCOLAS
El Bun Bang Fai es un antiguo festival, anterior a la llegada del budismo y consagrado a la fertilidad, que se celebra entre mayo y junio, justo antes de la llegada del monzón, con el objetivo de conseguir una temporada con lluvias abundantes. Los habitantes de los pueblos y ciudades construyen cohetes de bambú para la ocasión, muchos de ellos profusamente decorados y de grandes dimensiones: los más grandes alcanzan los tres metros de largo y usan altas plataformas de lanzamiento hechas de bambú. Cada cohete lleva una bandera con el nombre del pueblo o comunidad responsable de su construcción, y se establece una competición con el objetivo de alcanzar la mayor altitud posible. Se pretende de este modo llamar la atención de Phaya Thèn, el señor de los cielos de la mitología tai, para que desencadene las lluvias. El sincretismo religioso está también presente en este festival de origen animista: el primer acto del día es la plegaria de monjes budistas para pedir la llegada de las lluvias, de modo que cuando llegan las lluvias el éxito se atribuye a ambos rituales. La celebración tiene un evidente simbolismo sexual, y es habitual ver a grupos de hombres travestidos, o luciendo enormes falos esculpidos y pintados con colores vistosos atados a la cintura, bailando al ritmo de canciones con letras lascivas.
La población lao celebra el fin de la cosecha del arroz con el festival Bun Khun Khao, en el segundo mes lunar. A pesar de tratarse de una celebración anterior a la llegada del budismo, en la que se agradece la cosecha a los espíritus de la tierra y se pide que la del siguiente año sea abundante, el budismo también tiene su papel reservado. En algún lugar del recinto del templo local se alza una pequeña montaña de arroz sin descascarillar, que es bendecida por los monjes budistas mediante una ceremonia en la cual éstos dan vueltas a su alrededor mientras recitan sus plegarias. Se realiza la ceremonia del basi y, como en toda celebración que se precie en Laos, la fiesta continúa con una comida colectiva, que puede ir seguida de música en directo y baile.
El Bun Suang Hua o festival de las carreras de barcos es una celebración de origen animista, pues originariamente las carreras se realizaban en honor a los naga, deidades acuáticas con forma de enorme serpiente, protectoras de los lao pero temibles al mismo tiempo. Las embarcaciones son largas y estrechas, de extremos afilados y talladas de un único gran tronco, y mientras no se usan se guardan bajo una estructura cubierta dentro del recinto del templo budista local. Las principales ciudades a orillas del gran río Mekong son el escenario de estas carreras, y días antes de la competición ya pueden verse los equipos al completo entrenando para la ocasión. Cada embarcación es propulsada por grupos de entre treinta y más de cincuenta hombres, todos ellos equipados con un remo corto, acompasando sus movimientos al ritmo de un tambor y contando a viva voz. Los equipos pueden competir en representación de un pueblo, de un departamento gubernamental, o estar esponsorizados por una marca comercial. El día de la competición, una multitud de espectadores se reúne en la ribera para animar a sus equipos, en una velada en la que no faltan la bebida y la música en directo, y los equipos compiten de dos en dos en eliminatorias hasta la gran final.
FESTIVALES BUDISTAS
No hay festival en Laos en el cual la institución del budismo no tenga un papel destacado, aun en el caso de festivales de origen animista o pagano. Pero hay algunos festivales del calendario lao que tienen en el budismo su origen y en la celebración del budismo su razón de ser. Todos los festivales budistas de Laos empiezan con visitas a los templos locales para hacer entrega de ofrendas a los monjes y escuchar la recitación de las escrituras en forma de cánticos. El propósito de todo ello, más allá de la inercia de la tradición, es siempre el mismo: ganar mérito para avanzar en el camino espiritual budista. Los creyentes laicos acuden al templo vistiendo sus mejores galas: “las mujeres visten la falda (sin) y blusa tradicionales, con un pañuelo delicadamente tejido (pha biang) cruzado sobre un hombro, mientras que los hombres visten sus mejores ropas de festival, con una banda cruzada sobre un hombro o un fajín alrededor de la cintura«.
Entre los festivales budistas de Laos destaca el Bun Phra Vet, que conmemora al príncipe Vesantara (la última encarnación de Buda anterior a su nacimiento como Siddhartha Gautama). Si, como ya hemos visto, el acto de generar mérito es el principal cometido espiritual de la población budista laica, la gran importancia del Bun Phra Vetsandon reside en el hecho de ser considerada la ceremonia anual que permite generar un mayor mérito, y ello se consigue mediante el donativo de ofrendas al monasterio y a los monjes, y a la escucha de la recitación del jataka del príncipe Vesantara, que personifica la virtud del desprendimiento, la generosidad y la ayuda desinteresada (dana). También tienen gran importancia el Bun Makha Busa, que celebra tres acontecimientos destacados de la vida de Buda, el, y el Visakha Busa, celebración que tiene lugar en todo el mundo budista durante la luna llena del quinto o sexto mes lunar. En esta ocasión también se conmemoran tres episodios de la vida de Buda que se cree que acontecieron en el mismo día de diferentes años: su nacimiento, su iluminación y su muerte.
Por otro lado, en Laos tienen una destacada importancia las celebraciones del inicio y del fin de la cuaresma budista. Phansa, palabra que proviene de vassa, un vocablo del idioma pali que significa “lluvia”, es el nombre que recibe el retiro monacal de la época de lluvias. Se trata de un periodo de tres meses, entre las lunas llenas de los meses de julio y octubre, durante el cual los monjes se encierran en los templos para meditar y concentrarse en el estudio de las enseñanzas budistas, mientras observan estrictamente los preceptos monásticos.
El Bun Khao Phansa es la celebración que marca el inicio de la cuaresma budista, y los días anteriores a su inicio son un periodo en el cual tradicionalmente tienen lugar muchas ordenaciones de monjes y novicios. Después de las tradicionales ofrendas que marcan el inicio del Bun Khao Phansa, los monjes portan un gran cirio en procesión alrededor del templo, que posteriormente es depositado dentro de la sala de oración principal, donde arderá durante los tres meses de duración del retiro. El Bun Òk Phansa marca el término de la estación monzónica, y los tres meses de retiro llegan a su fin con la ceremonia del pavarana, en la que cada monje confiesa delante de toda la comunidad monástica del templo las posibles faltas cometidas durante aquel periodo. Después de ello los monjes son libres de abandonar el templo y reunirse con sus familias. Al atardecer, todo el mundo se une en una procesión que se dirige al río llevando pequeñas barquitas (hua fai) hechas con hoja de banano, que contienen ofrendas en forma de barritas de incienso, velas y pequeñas cantidades de dinero, y se sueltan sobre el agua para que se las lleve la corriente, creando un bonito espectáculo. Para más información del Bun Òk Phansa pincha aquí y aquí.
En Laos se celebran anualmente festivales en honor a los ancestros, con el objetivo de transferir mérito a los familiares difuntos. Tienen lugar durante la luna nueva del noveno y décimo mes del calendario lao (que habitualmente corresponden a agosto y septiembre), entre la noche del cambio de ciclo lunar y la mañana siguiente. Los familiares de los difuntos se dirigen al templo local con ofrendas en forma de tartas de arroz, comida, dinero, incienso u otros, y las entregan a los monjes, a los cuales se atribuye la habilidad de intermediar con los muertos y transferirles el mérito de las ofrendas a través de sus plegarias. Es un momento propicio para las cremaciones, y en algunas ocasiones se exhuman huesos de los difuntos para realizar cremaciones rituales. Se cree que el momento más oscuro de la noche de luna nueva del noveno mes es el único momento del año en el que el guardián del reino de los muertos permite a los difuntos regresar brevemente al reino de los vivos, de modo que puedan recoger las ofrendas que les han sido dedicadas.